Si observamos el número de arquitectas graduadas en las escuelas de arquitectura españolas en los últimos diez años podemos observar que ha superado de manera considerable al de hombres. Sin embargo la práctica de la arquitectura a nivel global sigue teniendo un carácter paternalista por el cual se considera a estas profesionales como inferiores jerárquicamente, evitando su participación en cargos de importancia. El bajo número de oficinas dirigidas fundamentalmente por mujeres y la escasez de arquitectas que ocupan puestos de alta cualificación y decisión son el testimonio de una situación no abordada en profundidad.
Como en otras profesiones, en la arquitectura se produce frecuentemente un pronunciado efecto “techo de cristal” por el cual las mujeres arquitectas no ocupan puestos de responsabilidad y de toma de decisiones en ningún ámbito de la práctica profesional, ya sea ésta de carácter privado o público. Instituciones profesionales, Fundaciones y Escuelas de Arquitectura cuentan con una ínfima presencia de género femenino en sus equipos de dirección, y por tanto la toma de decisiones siempre ha ido dirigida hacia intereses puramente masculinos. Este hecho afecta de manera inmediata a las profesionales mujeres de dos maneras.
Por un lado, la profesión se masculiniza manteniendo patrones de trabajo, discursos teórico-prácticos y prácticas profesionales alejadas de la forma de trabajo y necesidades de la mujer arquitecta. Temas que les preocupan exclusivamente a ellas, como puede ser la combinación de su vida laboral y personal, el apoyo en la maternidad, la diferencia en el salario profesional o el libre ejercicio de su profesión sin limitaciones por el hecho de ser mujer, no se han cuestionado desde la profesión.
Por otro lado, casi no se reconoce a arquitectas por su trayectoria profesional, su contribución a la disciplina o su obra construida, por lo que no existen referentes para las nuevas generaciones que resignadamente continúan los arquetipos existentes. Premios regionales, nacionales o internacionales de prestigio no distinguen la labor de muchas arquitectas de gran calidad profesional creando una sensación de frustración y fracaso. Como consecuencia de esta falta de representación institucional y referentes profesionales se limita el deseo de las nuevas arquitectas por tener su propia trayectoria profesional desligada del paternalismo masculino presente en la arquitectura.
Aunque ha existido una lucha por defender la imagen de la arquitecta a través de diversos foros con modestos resultados, la actual situación de crisis en Europa amenaza esta búsqueda con el peligro de caer totalmente en el olvido. Por tanto, es importante continuar defendiendo desde la academia esta lucha, tal y cómo se ha hecho desde otras disciplinas, y buscar soluciones concretas para poder mejorar y mantener una equidad en la profesión. Este simposio pretende apoyar estas iniciativas y crear una red de apoyo y ayuda a las profesionales para mejorar su situación laboral a través de una búsqueda de nuevas ideas y difusión del trabajo de aquellas profesionales que han podido desarrollar su carrera.